Descendiente de Nicolás I y la emperatriz Alejandra, accede al trono en 1855. En este tiempo participa en la Guerra de Crimea, que concluye en 1856. El fin de este conflicto suponía para Rusia una importante pérdida de influencia territorial. Para recuperar su esplendor firmó alianzas con Francia e Inglaterra en contra de Turquía y más tarde se unió a Guillermo I de Alemania y Francisco José de Austria en la liga de los Tres Emperadores. Apostó por la conquista del Cáucaso y el Turquestán. Su actuación en la colonización de Siberia y los acuerdos alcanzados con China para tener una salida al mar fueron de vital importancia en las relaciones posteriores con este país. Su gestión además se caracterizó por emprender otras reformas como abolir la servidumbre de la gleba, lo que implicaba la libertad de los campesinos rusos. También creó tribunales con magistrados y jurados libres. Sin embargo, la sublevación de Polonia en 1863 acabó con todos estos cambios. Por otra parte, el zar sufrió varios atentados hasta que uno de ellos en 1881 acabó con su vida. A su muerte le sucedió su hijo Alejandro.
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